*** Bush, Obama, Trump o Biden, cualquiera sea el presidente estadounidense que haya centrado su política exterior para Latinoamérica, ha tenido como maniobra obsesiva agredir a la Revolución Bolivariana, direccionando sus energías en tratar de destruirla y así obtener el control de sus reservas de hidrocarburos y otras riquezas minerales de la nación ***
CIUDAD MCY.- Las administraciones del Gobierno estadounidense en las últimas dos décadas, sin excepción, con su intromisión en los asuntos internos de Venezuela, han ensayado diversos métodos de presión política, diplomática, económica, financiera, mediática, acciones todas propias de la guerra híbrida; concepto utilizado para definir las “nuevas guerras” del siglo XXI; bajo el marco de una política de máxima imposición para destruir el proceso chavista, bajo el eufemismo manipulador de implementar también en Venezuela la estrategia de las “revoluciones de colores”.
Este proceso desestabilizador ha contado con el apoyo servil de la secretaría general de la Organización de Estados Americanos (OEA) presidida por el cuestionado político uruguayo Luís Almagro, con la complicidad de países europeos (Francia, Gran Bretaña, Holanda, España), que ambicionan el petróleo venezolano, y de cancillerías latinoamericanas (Chile, Brasil, Colombia, Ecuador, Uruguay), que obedecen al mandato de Washington, comportándose como incondicionales adláteres al servicio del poder imperial, apoyando una política hostil contra un país de la región y así deteriorar expedita y dramáticamente el nivel de vida de la población venezolana, forjando con ello una reacción adversa de la sociedad contra su gobierno.
Bajo esa política de conflictividad en la cual se alinean gobiernos que profesan admiración a Washington, también se ha aprovechado la derecha golpista venezolana que no dudó en traicionar a su país sometiéndola a los objetivos de destrucción ordenados desde Washington.
Una política que ha tenido una expresión tan irreal como traicionera, desde ese día que un político de tercera línea se autoproclamó presidente en una plaza en febrero del año 2019, cuando Estados Unidos le ató las cuerdas, cual títere, al advenedizo político derechista Juan Guaidó, designado por el ex presidente Donald Trump y la vieja guardia derechista venezolana para “liderar” una oposición decidida a derrocar al gobierno legítimo de Nicolás Maduro, con todas las estrategias que proporciona el Golpe Suave.
ASALTO A LOS BIENES VENEZOLANOS
En el transcurso de esos casi tres años de gobierno fantasioso y prefabricado en las oficinas de la Casa Blanca y el edificio vecino de la OEA en la ciudad de Washington, Guaidó y su círculo recibieron ilegalmente 30 mil millones de fondos pertenecientes al Estado venezolano, para llevar a cabo las artimañas políticas de desestabilización, pero también para un obsceno enriquecimiento personal.
En una operación de rapiña y expolio, sin que organismos internacionales ni gobiernos que dicen ser demócratas y respetuosos a las leyes internacionales alcen su voz, se efectuó el descarado robo a Venezuela de fondos de Pdvsa, así como el saqueo de las reservas de oro depositadas en bancos europeos y el vulgar control de la empresa Monómeros a manos del Gobierno colombiano, tras permanecer en manos del ficticio gabinete de Guaidó desde agosto del año 2019, apropiándose de cientos de millones de dólares pertenecientes al Estado venezolano.
Guaidó, de la mano de su padre putativo, primero Trump y hoy Joe Biden, intenta flotar sobre la minúscula tabla que es hoy una parte de la oposición venezolana, que tendrá su prueba de fuego este año en las elecciones regionales del próximo 21 de noviembre, frente a un chavismo que cuenta con elementos de mejora económica en una sostenida muestra de productividad incipiente.
Mientras existe diálogo entre una oposición y el gobierno, Guaidó sigue manteniendo su conducta golpista ya debilitada, donde cesó el mantra de “cese de la usurpación” pero sigue con su tarea de tratar de derrocar al gobierno, violando la constitución venezolana, y sin tener propuestas concretas para resolver las situaciones que complican al país en múltiples campos.
JUSTICIA NECESARIA
Se ve próximo el cese del cabildeo por parte de occidente a favor de Guaidó, el cual lo llevará a salir, no sólo de la arena política de Venezuela, sino también del país, para terminar refugiado por la desvergonzada nación española o el infame imperio estadounidense, donde los cientos de millones de dólares robados al pueblo venezolano serán aceptados sin chistar.
No obstante, no se puede ni se debe olvidar que el trabajo de inestabilidad generado por Guaidó a instancias de su patrón del Norte debe ser llevado a la justicia, pues el importante deterioro de la situación económica y humanitaria del país se debió al propio pedido de Guaidó y los suyos para lograr sus objetivos políticos a costa del sufrimiento de millones de sus compatriotas.
La justicia contra tanto crimen cometido a costa del sufrimiento de millones de venezolanos deberá llegar a Guaidó y a los suyos.
El Gobierno venezolano, por su parte, busca estabilizar la situación de manera pacífica, denunciando en todos los foros y organismos multilaterales la política de EEUU contra Venezuela y la utilización que se ha hecho de venezolanos para propiciar daño a su propio país.
VENEZUELA Y MADURO EN EL CONCIERTO DE LAS NACIONES
En su intervención en el 76° período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada el día 22 de septiembre, el presidente Nicolás Maduro exigió el levantamiento de todas las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea (UE) contra la economía y sociedad venezolana, calificándolas como una “persecución financiera, monetaria, comercial, económica, energética, sistemática, cruel y criminal”.
Igualmente, rechazó el secuestro y robo de miles de millones de dólares en cuentas bancarias en Estados Unidos y el oro de las reservas internacionales del Banco Central de Venezuela depositados en bancos londinenses.
Maduro destacó también en su alocución el hecho que los diálogos con la oposición habían logrado atraer hacia la negociación a amplios sectores de la oposición para que volvieran “a la política, a la Constitución y al camino electoral”.
Por su parte, en la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe (CELAC), el día 19 de septiembre del 2021, el Primer Mandatario venezolano mostró su estatura ganada a pulso, en años de batalla contra los mayores poderes del mundo, enfatizando que la política internacional debe estar al servicio del derecho internacional y pasar la página del divisionismo y del acoso que se ha ensañado contra Venezuela, así como también contra Cuba y Nicaragua.
En palabras tanto francas como certeras sostuvo, en clara referencia a los nuevos lacayos de Washington en Sudamérica, además de Iván Duque en Colombia, Lacalle Pou, presidente de Uruguay, y Mario Abdó, presidente de Paraguay, “tendríamos suficientes piedras, para tirar contra algunos de ustedes, pero no vinimos a tirar piedras, venimos a tender las manos para el trabajo, para el diálogo y para la unión de grandes aconteceres”.
Para ciegos, sordos y mudos, además de mancos como es el caso de Guaidó y los suyos, el mensaje de la unidad representa simplemente una línea de trabajo que no lo asumirán y ante ello, los pueblos de Latinoamérica deben sepultar en el basurero de la historia a políticos serviles a Washington más que a sus propios pueblos.
Este es un momento de reafirmación porque la agenda de desaliento, de la guerra y la violencia quedó al desnudo con todas sus miserias, derrotada por la acción colectiva. La mayoría de los venezolanos y venezolanas tomó conciencia de que la minoría política encarnada por Juan Guaidó y su banda los engañó y los traicionó.
Se articularon con intereses extranjeros para la agresión a todo un país, que actuaron por sus propios intereses, que vendieron a su propio país y le causaron un grave daño a la Patria.
Una vez más la Revolución venezolana los encauzó por el camino electoral, pero a costa de mucho dolor y sacrificio.
No les quedó alternativa y por ello están nuevamente reunidos en la Mesa de Diálogo en México y han manifestado que irán a la contienda electoral, aún a sabiendas de que son organizaciones políticas muy debilitadas, desmoralizadas, las cuales pasaron de ser minoría a ser una ínfima minoría gracias a sus crímenes y desaciertos.
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